Película: Los Descendientes (The Descendants)
Año: 2011
Nacionalidad: EE.UU.
Director: Alexander Payne
Sinopsis: Matt King acaba de entrar en un punto de no retorno en su vida. Su mujer acaba de sufrir un accidente y ha quedado en coma. Él deberá encargarse por completo de sus dos hijas, la adolescente: Alexandra, y la preadolescente: Scottie, cada una con sus propios problemas. A ello se suma que su familia, una de las más pudientes de Hawai, quiere vender las fincas que han heredado de sus antepasados, miembros de la realeza de las islas. A todo esto se suma el descubrimiento de que su mujer le había sido infiel...
Alexander Payne es uno de esos directores que me fascina. Y desde que he visto la que probablemente se trate de su mejor película, "Los Descendientes", no sólo me he reafirmado en ese sentimiento, sino que me he dado cuenta de hasta que punto me ha influido en mis propios trabajos, casi inconscientemente. Ya desde "Election", Payne nos contaba la historia de un hombre que se encontraba en un punto de su vida del que parecía que nunca iba a volver a regresar, que no podría llegar a un momento anterior en el que sencillamente se sentía más feliz. Lo remarcó mucho con "A Propósito de Schmidt", con un Jack Nicholson entrando en la jubilación; mucho más en "Entre Copas", con un Paul Giamatti incapaz de superar su divorcio; y adquiere un significado pleno en su último trabajo, con un George Clooney aterrado por la imperiosa necesidad de tener que tomar de verdad las riendas de su vida ante una situación límite.
Como podemos ver, a Payne le encantan las historias trágicas de los hombres estancados, incapaces de continuar el camino de sus vidas por culpa de la adversidad. Uno se pregunta si esas historias, esos personajes principales, esconden en realidad el reflejo del propio director. Es algo que sólo podemos suponer, ya que él no se ha pronunciado explícitamente ante esta cuestión, aunque sí que le gusta dejarlo caer, y personalmente bien creo que así es.
A pesar de la importancia que imprime al personaje principal, Payne no descuida en absoluto a sus secundarios, y los utiliza como causa directa, necesaria y suficiente, del cambio del primero. En este filme lo expone sin tapujos, otorgando al personaje de Alexandra una importancia crucial en la transformación de su padre. Cabe destacar que a ello no sólo contribuye la labor del director, evidentemente, ya que Shailene Woodley aporta un trabajo encomiable, lleno de matices, gestos y expresiones, que maravillan desde su primera aparición hasta el final de la película. Una actuación que merece toda la atención, y que quizás pueda presagiar el futuro que le depara a esta joven actriz.
Volviendo al personaje principal, poco se puede decir que no sea conocido ya de George Clooney. Desde hace unos años, su empeño personal en demostrar todo el potencial que tiene, más allá del atractivo y correcto trabajo en la serie "Urgencias", ha dado sus frutos y tiene su culminación en "Los Descendientes". Un potencial que hemos podido ver desarrollado no sólo en su faceta como actor, sino también como guionista y director en, por ejemplo, la brillante "Buenas Noches y Buena Suerte". Clooney se ha convertido en uno de los nombres imprescindibles del cine actual, y en uno de sus innegables valores. En esta película, la transformación de Matt King desde la angustia inicial hasta la madurez final, a través de diálogos, de caras descompuestas en una tremenda amargura, o incluso de su forma de caminar o correr, nos hacen vislumbrar la que es probablemente la mejor composición del Clooney actor hasta la fecha.
En las lineas anteriores si hay algo que se puede apreciar es que me he referido a las dos actuaciones más destacadas de la película aludiendo más a sus expresiones que a los diálogos, y es que la clave de esta película es, creo yo, precisamente eso: las miradas, los gestos, la frase que se está a punto de decir y se reprime; y Payne explota al máximo este aspecto y lo lleva hasta el final (destaco aquí, por gusto personal, un inolvidable plano subjetivo de Matt en una taverna hawaiana, observando el mundo exterior como si estuviera a años luz de él y de sus encontrados sentimientos). Una película que, en los tiempos que corren, se disfruta a raudales desde una auténtica identificación con el público. Una película indicativa de que, probablemente y casi sin darnos cuenta, estamos ante uno de las épocas doradas de la historia del cine.
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