miércoles, 27 de febrero de 2013

"Onírico", de Juanjo Haro

Aquí os dejo la ópera prima cortometrajística del compañero Juanjo Haro. Como le dije a él en su momento tiene los errores típicos de todo primer corto, pero precisamente por ello contiene implícita la ilusión del comienzo, la felicidad de ver acabada tu primera obra pública. Con todos vosotros: "Onírico" ¡No os lo perdáis!



jueves, 21 de febrero de 2013

"Feliz 2013", de los hermanos Prada

Y siguiendo con cortometrajes presentados este año en el Notodo FilmFest aquí os dejo con un drama de Francisco y Javier González Prada, más conocidos como los hermanos Prada. Tuve la fortuna de conocerlos hace unos años en Madrid, y de ellos puedo decir que ante todo son unos grandes amantes del cine, ya os podéis imaginar cómo fue nuestra conversación. ¡Con todos vosotros: "Feliz 2013"! (para ver el corto tenéis que hacer click sobre el cartel).


miércoles, 20 de febrero de 2013

"Toponimia", de Alberto Lavín

Con este cortometraje sobran las palabras. Última pieza de Alberto Lavín en 30 segundos, ¡que la disfrutéis! (para verlo sólo tenéis que hacer click sobre el cartel).


sábado, 16 de febrero de 2013

"Eres demasiado bueno para mí", de Enrique Lojo

Aquí os dejo un corto en el que tuve el placer de participar allá por 2010. Escrito y dirigido nada más y nada menos que por Enrique Lojo, el protagonista de "Recoprem 10 mg", y co-protagonizado por Marea Punset, que tiene que aguantar a un servidor en el papel protagonista. Con todos vosotros: "Eres demasiado bueno para mí".



miércoles, 13 de febrero de 2013

"Lincoln", de Steven Spielberg. Gobernantes llenos de humanidad

Película: "Lincoln"
Año: 2012 
Nacionalidad: EE.UU. 
Director: Steven Spielberg
Sinopsis: 1865, la guerra civil en EE.UU. llega a su cuarto año. El presidente, Abraham Lincoln, decide volver a someter a votación en la cámara de representantes la decimotercera enmienda a la constitución, que supondría la efectiva abolición de la esclavitud en el país, como medio para superar la contienda. Lincoln se servirá de todo lo que esté en su mano para conseguir su aprobación.



Antes de escribir esta crítica ha transcurrido más de una semana desde que fui al cine a ver "Lincoln" por primera vez. Sí, digo por primera vez porque han transcurrido cinco días desde que la vi por segunda vez. La razón fundamental de este retraso, y de haber necesitado dos sesiones, es que, por un lado, reconozco que soy un crítico con poca experiencia; en palabras llanas: tirando a malo (al fin y al cabo esto lo hago por puro gusto, no soy un crítico de cine). Por otro lado, la película que aquí nos ocupa no es fácil de analizar, y menos aún en una crítica de blog, que por definición no puede ser muy extensa. Y es que es en el segundo visionado de este film, en la reflexión de varios días, en la asimilación en los esquemas previos que uno posee donde se descubre que la última película de Steven Spielberg es una obra maestra.


Su director ha librado muchas batallas. Cuarenta años de carrera en el cine así lo atestiguan, y lo hemos visto contar innumerables historias de una forma bella y única, con un sello personal del que poco directores hollywoodienses pueden presumir. Aquí no ha sido menos, incluso me atrevería a decir que ha ido a más: se ha centrado en las partes complejas de una película que podía haber adornado y simplificado, ha decidido hablarnos de una historia cuyo centro de acción realmente reside en una ley, la decimotercera enmienda a la constitución de los EE.UU., aún a riesgo de aburrir a los espectadores, y ha optado por mostrarnos una narración intimista, una historia épica donde la importancia reside en los personajes que la pueblan, donde Spielberg, en lugar de mostrarlos desde fuera y con una carga moral determinada, ha optado por introducir al espectador en lo más hondo de cada uno, haciéndole sentir los debates internos que éstos tienen, especialmente en el personaje del propio Abraham Lincoln.


El cineasta, además, no huelga en dejar claras las constantes de su filmografía, aquellos iconos que lo convierten, para mí, en uno de los grandes del celuloide: la disonante relación que el protagonista establece con sus dos hijos, el poco idílico matrimonio que tiene con Mary Todd Lincoln, azotado por el recuerdo de un hijo ya fallecido, e incluso una tímida alusión a los supuestos devaneos homosexuales del propio presidente. Aquí vuelve a recordarnos, como ya hizo en "La Lista de Schindler", que incluso las personas más notables de la historia tienen una vida privada muy alejada del perfil que se nos ha contado en innumerables ocasiones. Desde esta premisa, a mi modo de ver nétamente Spielbergiana, el libreto de Tony Kushner enriquece de innumerables detalles la narración. Sus extensos diálogos convierten a la película casi en una obra de teatro, en lo referente al tratamiento dramático, pero siempre bajo las características inherentes a la narración a través de la pantalla, algo que en ningún momento se olvida, y crea momentos alternantes de tensión con otros más ligeros, como las secuencias donde los personajes encargados de "comprar el voto" de los congresistas hacen su oscura, a la par que brillante y muchas veces cómica, tarea. Una hermosa muestra de que a veces, aunque sea pocas, el fin sí puede justificar los medios.


De entre todos los actores, absolutamente espléndidos, Tomy Lee Jones está soberbio, no podría escribir una crítica decente sin hacer mención a la figura central: Daniel Day-Lewis. Su construcción de Lincoln resulta sencillamente impresionante. No puedo evitar ir al cine, ver una película, y pensar en los personajes que ha interpretado un actor en el pasado cuando lo veo en pantalla. En el caso del Lincoln de Day-Lewis resultaba una tarea casi imposible, pues a los pocos minutos de metraje dejé de pensar en el actor y empecé a ver, de forma completa, al personaje. No sólo se limita a mostrarnos a Lincoln, lo recrea, lo revive ante nosotros, con sus bondades y también con sus ambigüedades. Un personaje entrañable, que disfruta más contando divertidas anécdotas que acometiendo la dura labor de presidir un país en guerra, aunque ésta fuera encomiable. Es, posiblemente, uno de los mejores trabajos actorales que se han podido ver en nuestro recién entrado siglo XXI.


Spielberg se ha vuelto a rodear de su equipo habitual, aquellos que han demostrado ser los que mejor se amoldan al director y a su inconfundible forma de narrar historias. De entre todos los aspectos técnicos de la película me gustaría destacar dos: la fotografía, de Janusz Kaminski, dejando aquí su habitual cámara en mano para ofrecernos unos planos fijos más trabajados en su contenido, aunque dejando su impronta con sus resplandores de luces a través de las ventanas, y trabajando mucho con la iluminación interior en cerradas noches de vigilia; y el montaje, de Michael Kahn, que va turnando de forma casi imperceptible momentos de un tempo pausado con otros más rápidos y dinámicos. Quizás esta vez sí he lamentado la poca presencia que tiene en la historia la música del genial John Williams, ocupando pocos momentos del filme y careciendo de una melodía propia característica que resuene en los espectadores tras el visionado, como suele ser costumbre en sus trabajos, ocupando este lugar una versión de la marcha norteamericana "Battle cry of Freedom".


Como dije al principio "Lincoln" es sin duda una obra maestra. Una de esas historias que desde lo lejánamente épico que tiene sabe coger aquello con lo que todos podemos identificarnos, incluso en personajes como el propio Abraham Lincoln. Nos muestra ésta figura con el arriesgado planteamiento de no arrojar respuestas sobre ella, sino manteniendo vivo un halo enigmático sin el cual no gozaría de la admiración y reconocimiento que aún hoy sigue despertando. Esta obra de Spielberg, también, ha visto la luz en el momento más adecuado de nuestra propia historia: hoy en día no es una guerra civil, sino una crisis económica, la que reclama que gobernantes con las habilidades que el presidente norteamericano tuvo ocupen los lugares de poder. Gobernantes con capacidad para ver más allá de su propia época, para luchar a contracorriente, que consigan que los ciudadanos que los han escogido se sientan orgullosos de haberlo hecho, que sepan enfrentarse a una crisis cómo Lincoln se enfrento a una guerra. No gobernantes crueles, ni siquiera llenos de bondad, sino gobernantes, para lo bueno y para lo malo, llenos de humanidad.